La Unión Europea tiene varios frentes abiertos tras imponer sanciones a terceros por violaciones contra los derechos humanos: China y Turquía son los países que elevan la tensión a día de hoy en Bruselas, y cuyas decisiones han marcado un antes y un después en lo referente a las relaciones diplomáticas entre el grupo de los 27.

Al igual que con el Green Deal, la Unión Europea muestra signos de tibieza en lo referente a la defensa de los derechos humanos, aunque si bien es cierto que el compromiso empieza a ser cada vez mayor – al menos si lo comparamos con otras grandes potencias mundiales.

En el caso de Estados Unidos, tenemos un territorio que sufre racismo sistémico y donde se criminaliza la pobreza. No se garantiza el derecho a la vida y los refugiados que cruzan desde México son tratados como auténticos escombros humanos. China, que va camino de convertirse en la primera potencia económica del mundo, tiene graves deficiencias en materia de derechos humanos: no existe ni libertad de expresión ni libertad política ni libertad religiosa. Rusia sigue con el genocidio en Chechenia, con sistemas de tortura sistemática instaurados en sus cárceles o simplemente envenenando a opositores a Putin, como es el caso Navalny.

Curiosamente, estos tres países – EEUU, Rusia y China – no se han adherido a la Corte Penal Internacional, que es la institución que aspira a ejercer una jurisdicción universal en casos graves de lesa humanidad y genocidio. Y estas tres grandes potencias mundiales, en pleno siglo XXI, siguen teniendo graves carencias a la hora de defender algo tan fundamental como son los derechos humanos. Los escándalos siguen siendo frecuentes en países adheridos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos o a convenciones en defensa de derechos fundamentales para sus ciudadanos. Por lo tanto, sería pertinente preguntarse qué territorio se podría considerar a día de hoy el abanderado en la defensa de los derechos humanos.

El ruido generado en torno a la defensa de los derechos humanos sigue siendo enorme en muchos países. Recordemos el famoso y dantesco caso de la ‘silla’ hace unas semanas con Von der Leyen, Michel y Erdogan como protagonistas. Un hecho gravísimo que sólo sirvió para generar ruido y desviar la atención mediática respecto al asunto de la reunión en cuestión: la retirada de Turquía del Convenio de Estambul sobre la violencia contra las mujeres.

El escándalo del ‘sofa-gate’ sirvió para desviar el gravísimo tema principal por el que acontecía esta reunión.

La tensión en las relaciones diplomáticas de Turquía y la UE a día de hoy es máxima. Cabe recordar que Turquía es país candidato a la plena adhesión a la UE desde el año 1999, aunque si bien las negociaciones se encuentran paralizadas por, precisamente, las violaciones en materia de derechos humanos y los graves déficits en el Estado de Derecho por parte de Turquía, que incumplen los criterios de Copenhague para ser miembro de pleno derecho de la UE. La UE indicó a Erdogan en un ejercicio sin precedentes, que como condición previa e indispensable para mejorar las tensas relaciones entre Turquía y la UE, eran necesarias mejoras significativas en materia de derechos humanos.

La Unión Europea, junto a sus países miembros, ha decidido recientemente empezar a sancionar y no apoyar a países o individuos que supongan una amenaza para los derechos humanos. Esta reacción llega con cierta tibieza, pero el esfuerzo por abanderar este progreso empieza a ser notable.

La Unión Europea ha sido una de las innovaciones políticas más importantes del siglo XX. El diseño de esta ha sido una gran estrategia que ha servido para traer la paz a Europa, y ha conseguido que los derechos humanos sean su mayor reclamo de legitimidad. Además, la UE ha servido para acabar con la soberanía nacional ilimitada de las naciones europeas al situar el derecho internacional público por encima del derecho nacional de cada estado miembro.

Recordemos que el artículo 2 del TUE recoge los principios fundamentales de la UE: el Estado de Derecho, la libertad, la democracia y el respeto a los derechos y libertades fundamentales. Por ello, y más ahora internamente ante el surgimiento de partidos xenófobos y de extrema derecha, la Unión Europea debe defender al máximo los valores democráticos y garantizar los derechos humanos ante cualquier amenaza, tanto a nivel exterior como interior.

En un momento de dudoso comportamiento en materia de derechos humanos por parte de las principales potencias del mundo, la UE parece que empieza a aumentar su compromiso en materia de DDHH en sus relaciones exteriores. La UE debe asumir un papel de liderazgo absoluto y erigirse como estandarte en la defensa de los derechos humanos. Es momento de reflexionar sobre el futuro que queremos, tanto internamente como externamente, por ello… el momento es ahora.

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