Ayer conocíamos la resolución emitida por la Corte Internacional de Justicia, la cual ha generado amplias críticas al considerarse insuficiente frente a la grave situación que enfrenta la población palestina.

En el fallo, se insta a Israel a poner fin a lo que finalmente se reconoce como un genocidio en curso, exponiendo de manera contundente los actos brutales perpetrados contra los palestinos. Sin embargo, llama la atención que la resolución no incluye una petición del cese inmediato de las hostilidades en el marco de una guerra absolutamente desproporcionada contra el pueblo palestino

Esta situación plantea una interrogante crucial: ¿quién va a parar a Israel?

Resulta relevante observar que diversas resoluciones anteriores de Naciones Unidas, como la 181, la 194, la 242, la 446, la 478, la 799, la 1397, la 1515 y la 2334, han sido sistemáticamente incumplidas por parte de Israel. 

Si bien es cierto que a lo largo de los últimos 75 años, la ONU ha desempeñado un papel fundamental en los esfuerzos por encontrar una solución pacífica al conflicto israelí-palestino, estableciendo directrices y exigiendo el cumplimiento de la Convención de Ginebra por parte de Israel.

No obstante, a pesar de las peticiones y las resoluciones, la comunidad internacional ha permanecido en gran medida en silencio. Un silencio que se extiende a la ocupación continuada de Palestina por parte de Israel, a la expansión de sus asentamientos ilegales, y a la falta del reconocimiento de un Estado Palestino como solución reclamada al conflicto. 

En este contexto, surge la pregunta de por qué, a lo largo de las décadas, no se ha exigido a Israel el cumplimiento de estas resoluciones y el respeto a los derechos fundamentales de la población palestina.

Como bien reconocia recientemente el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, Hamás es una organización que fue creada por Israel en la década del los 80 para luchar contra la Organización de Liberación Palestina. Sin embargo, el ascenso del fundamentalismo islámico en Gaza para impedir la creación de un Estado Palestino, sirvió para convertirse en alternativa y acabar con el principal objetivo de la liberación de Palestina y la eliminación de Israel como estado tras los acuerdos de Oslo, que contemplaban la división de la Palestina histórica.

Con una presencia sólida en la Franja de Gaza, Hamás consolidó su gobierno en 2007. Su estrategia ha sido marcada por el respaldo a la lucha armada y los ataques suicidas, vistos como medios para alcanzar sus objetivos, en parte debido al bloqueo impuesto por Israel en la Franja.

En el escenario actual, Israel cuenta con el respaldo firme de Estados Unidos, siendo el presidente Biden un defensor declarado del pueblo israelí. Biden advirtió a Irán y otros países de Oriente Medio, instándolos a abstenerse de hostilidades hacia Israel.

Líderes europeos, como Ursula von der Leyen, han suscitado controversia al justificar las agresiones israelíes como legítima defensa, y declarando abiertamente que la guerra debe continuar hasta que se acabe con Hamás.

Nos surgen preguntas relevantes sobre la posición geopolítica de los diversos actores internacionales en este conflicto — posiciones distintas y que deberían de ser similares a las existentes en la guerra de Rusia contra Ucrania: ¿Por qué no se promueve un diálogo y una negociación directa? ¿Por qué no se exige el respeto a las resoluciones de la ONU? ¿Por qué no se reconoce la viabilidad de dos estados? 

La solución podría ser factible, pero, por el momento, la comunidad internacional sigue callando.

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