“Les advierto. Aquello que sucedió siete años atrás, no se repetirá nuevamente en Egipto”, señaló categóricamente Al-Sisi, el presidente del país, en una conferencia de prensa. La esperanza nacida de las primeras elecciones democráticas que dieron como ganador a Morsi fue inmediatamente sofocada por el golpe de Estado militar en 2013. La Revolución ya está fuera de las posibilidades del pueblo egipcio. Si existe alguien que lo dude, el mariscal responde con soberbia; “está claro que no me conocen muy bien”.

Los resultados electorales de ayer que dan la victoria nuevamente Al-Sisi carecen de sorpresa. Mediante los medios oficiales, la Administración electoral dio a conocer que 42% de la población había asistido a los comicios y que el actual presidente ganaba con un amplio 92%. Para ello gobierno de Al-Sisi se encargó de imposibilitar que cualquier otro candidato tuviese una oportunidad de competir contra él y cerrar todo espacio a la crítica o debate.

“No creo que haya ningún temor en términos de perder las elecciones, la situación está muy controlada al punto de que han evitado la candidatura de cualquier otra persona para ello”, reconoce el analista políticodel Instituto Tahrir, Timothy Kaldas, en una entrevista televisada por Al-Jazeera.

Quienes intentaron presentarse como candidatos fueron encarcelados o atosigados a tal punto de bajarse de la carrera electoral. El ex Jefe del Estado Mayor, Sami Anan, fue arrestado a las 72 hs de anunciar sus intenciones de postularse y Anuar Sadat, sobrino del expresidente, retiró su candidatura tras calificar la campaña electoral como un ambiente “de temor”.

El control de los medios de comunicación no es una atribución nueva del gobierno de Sisi. Ya desde sus inicios en el poder como presidente, el mandatario egipcio ha logrado concentrar el flujo de la información al punto de que los medios se convirtiesen en una propaganda de las acciones estatales, asegura la organización Humans Right Watch. No por nada Egipto ocupa el puesto 161 en la Clasificación Mundial de Libertad de Prensa publicado por la organización Reporteros Sin Fronteras.

“Su trabajo es esencialmente tratar de tomar lo que el gobierno hace y simplificarlo para los ciudadanos de las calles de Egipto”, así describió recientemente el presidente egipcio el rol de los medios de comunicación. El gobierno del Al-Sisi había cerrado más de 434 medios de comunicación online para octubre de 2017, según informa la organización Freedom House.

La represión también incluye a los periodistas, internacionales y nacionales. No por nada es el tercer país, detrás de Turquía y China, con mayor número de periodistas encarcelados. El caso más reciente ha sido el de la periodista del periódico británico The Times, Bel Trew. Sin aclararle los motivos de su captura, fue forzada a abandonar el país ante la amenaza de someterla a juicio militar.

El único desafío era darle al referéndum, como algunos analistas lo han calificado, un revestimiento democrático. El índice de participación ciudadana y la existencia de un competidor formal en la carrera electoral se volvieron las herramientas legitimadoras.

Para lograr el primer objetivo, el gobierno egipcio extendió el plazo de sufragio a tres días y durante el último, también aplazar el horario de cierre debido a la “multitud de gente que se había presentado”. La prensa local constató casos de reparto de bolsas con regalos – comida o en casos, dinero- a la salida de los colegios a quienes hayan votado. Además de los incentivos, hubo espacio para la intimidación.

Por un lado, la Junta electoral recordó su facultad de imponer una multa de hasta 58 euros – mitad del salario promedio de un trabajador- a quienes no ejerzan su sufragio y, por el otro, acorde a lo que informa El País, varios trabajadores del sector público han sido presionados por sus superiores para presentarse a votar.

Una vez eliminado a los adversarios del régimen, surge un aparente candidato, Musa Mustafá Musa, líder del Gad, que apoya abiertamente a Al-Sisi. Mero títere del presidente, se anotó como candidato a horas del cierre de listas. Su mayor aspiración era llegar a un 10% aunque reconoció lo difícil que sería debido a la “popularidad del presidente”.

A pesar de que los esfuerzos gubernamentales no superaron el 47% obtenido en 2014 después del golpe de Estado, Al-Sisi se consagra como ganador en unas elecciones cuyo carácter democrático ha sido eliminado completamente a tal punto que los electores «ni siquiera se molestan en participar», tal como lo informa las fuentes consultadas por el instituto Middle East Eye.

 

 

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