El 25 de septiembre de 2022 la coalición de derechas italiana, liderada por la paleoconservadora Giorgia Meloni, se impuso en las elecciones generales de su país. Dicho evento sucedió casi un siglo después de la Marcha fascista sobre Roma, que abrió las puertas del poder a Mussolini. Meloni no es fascista, pero algunos de sus ingredientes programáticos son herederos del fascismo italiano de la primera mitad del siglo XX: ultranacionalismo, rechazo a la inmigración, proteccionismo económico o visión reaccionaria de los derechos civiles.

Si trazamos un resumen de la historia de la derecha alternativa italiana en la última centuria observamos cómo el fascismo mussoliniano (1922-45) se construyó en torno a los pilares anteriormente descritos, así como en el rechazo totalitario a la democracia, en el corporativismo laboral y en una fuerte intervención del Estado en la economía de corte interclasista, pero siendo las élites económicas las más beneficiadas. Asimismo, la necesidad de integrar en el corpus sociopolítico fascista a los grupos conservadores, propició que Italia se hiciese oficialmente católica (Pactos de Letrán, 1929), en contra de la visión del fascismo más purista, que era ateísta y republicano.

Tras la derrota del Eje en la II GM (1945) el heredero del Partido Nacional Fascista (partido guía del período fascista del Reino de Italia: 1922-43) y del Partido Fascista Republicano (partido único de la puramente fascista República Social Italiana: 1943-45) sería el MSI (1946-1995), que nunca llegó a declararse fascista, pero cuyos puntos programáticos se asemejaban enormemente a los de sus predecesores.

Ya en los 90 -durante la caída del PCI, del PSI y de la DC-, los herederos naturales del posfascista MSI serían Alianza Nacional de Fini y la regionalista Liga Norte (hoy llamada Lega, encabezada por Salvini), caracterizadas por un conservadurismo ultranacionalista. Por su parte, las dos Forza Italia (la nacida en 1994 y su refundación actual, de 2013), dirigidas por Berlusconi, se caracterizaron por un conservadurismo liberal, populista y nacionalista que nunca condenó totalmente la obra política de Mussolini.

Ya en la primera década del presente siglo nacía en 2012 la paleoconservadora Fratelli d’Italia, la formación protagonista de los últimos comicios, que estuvo coaligada con la Lega, Forza Italia y los democristianos de Nosotros Moderados. Estas cuatro fuerzas, que juntas suman mayoría absoluta tanto en la Cámara de diputados como en el Senado, encabezarán el futuro ejecutivo transalpino.

Conviene resaltar que Giorgia Meloni, a diferencia de Mussolini, defiende la democracia representativa y una desregulación interior de la economía. Al igual que la mayoría de movimientos alt-right actuales, Fratelli d’Italia se distancia del tradicional estatismo de derechas anterior a la oleada neoconservadora impulsada en los 80 por Reagan y Thatcher.

Así, el corpus programático de la organización de Meloni lo configuran: el pensamiento anglosajón neoconservador anteriormente citado, junto al proteccionismo económico de base obrerista, a la retórica antiglobalista y antiinmigracionista (aporte ultranacionalista de base paleoconservadora y fascista) y a la concepción tradicionalista de la vida y de la familia (tomada del catolicismo) en contraposición a la izquierda posmoderna y al liberalismo democrático.

Como podemos apreciar, ha pervivido en Italia un fascismo sociológico semejante al franquismo sociológico español, a pesar de que Italia sí derrotó al fascismo y se transformó en república en 1946. Si comparamos la Italia de los dos años veinte -siglo XX y XXI-, observamos algunas analogías causales de la actual estructura política:

  • Norte desarrollado, donde habita una poderosa burguesía fuertemente anticomunista: el fascismo y el posfascismo tienen un mayor éxito en zonas industriales, modernizadas y con una fuerte masa proletaria por tratarse (el fascismo y neofascismo) de un movimiento de masas, interclasista y temeroso del movimiento obrero. Así, el fascismo y posfascismo han tenido más implantación en la mitad norte del país y en las últimas elecciones la Coalizione di centrodestra obtuvo sus mejores registros en dichas regiones.
  • Catolicismo fuertemente conservador que impregnaba e impregna el modo de pensar de muchos italianos. Si bien la relación entre Iglesia católica y fascismo/posfascismo nunca fue óptima, ambos se necesitaron: el fascismo, para atraer bases sociales conservadoras; y la cúpula de la Iglesia, para detener a la izquierda. En este sentido, conviene destacar que Italia es sociológicamente un país de centroderecha (Fundación BBVA, 2019): 5,5/10 en el espectro izquierda-derecha.
  • Ligada a la causa anterior y, a nivel ético-político, la inexistencia de una fuerte cultura de la responsabilidad entre la población italiana y entre sus élites políticas. Este problema ha sido típico de la Europa latina por influencia del catolicismo, mucho más relajado moralmente que el protestantismo, el sintoísmo o el budismo. Así, en 2021 Transparencia Internacional dio un 5,6/10 a Italia en calidad político-administrativa frente al también cercano 6,1/10 español y 6,2/10 portugués. En contraposición, los países más exitosos a nivel ético-político son todos plenas democracias (hay más libertad política) y protestantes en lo religioso: Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda.
  • Ausencia de una larga tradición liberal-democrática. Italia se convirtió en democracia en 1946, cuando se hizo republicana, y el liberalismo había penetrado débilmente a finales del siglo XIX tras el nacimiento del joven Reino de Italia (1861).
  • Débil estructura de la izquierda organizada. Recordemos que el PD, la formación de centroizquierda más fuerte actualmente, era originariamente centrista y su nombre tiene poco de socialdemócrata. Y hace un siglo socialdemócratas y comunistas eran débiles todavía lo cual facilita la absorción por el neofascismo de parte del proletariado.
  • Arraigado sentimiento nacionalista, ligado al Imperio Romano, al hecho de ser una de las grandes potencias europeas y a la existencia de un enemigo exterior: antes, la URSS y la España y Francia republicana y hoy, la inmigración.
  • El recuerdo de los largos veintitrés años de gobierno de Mussolini, que ha influido en mayor o menor medida en la manera de pensar de muchos italianos, del mismo modo que el franquismo lo hizo en España tras treinta y seis años en el poder.

Como podemos apreciar, si no cambian los factores, la historia, al menos parcialmente, se repite. Y ello ha ocurrido en España y en Italia respecto al franquismo/neofranquismo y al fascismo/posfascismo. No ocurre lo mismo en Alemania, que ha logrado una casi completa desnazificación.

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