A lo largo del desarrollo del régimen de monarquía parlamentaria la cuestión territorial ha sido una de las más controvertidas. Sobre el hecho nacionalista versará nuestra reflexión crítica.

En primer lugar, el concepto de nacionalismo en el lenguaje coloquial -y también en el académico- es confuso, ya que solamente consideramos nacionalistas a los grupos pertenecientes a naciones sin Estado que pretenden un fuerte autogobierno o la misma independencia del poder central o bien a organizaciones nacionalistas de Estado fuertemente territorialistas, es decir, que pretenden reforzar la centralidad del poder procedente de Madrid.

En contraposición, la gran mayoría de científicos sociales no consideran nacionalistas a las personas físicas o jurídicas (por ejemplo, PSOE, Ciudadanos o buena parte del PP) que son partidarias del statu quo de independencia e indisolubilidad de la nación española, y que a su vez ni exaltan fuertemente a esta última ni proponen planteamientos intensamente particularistas.

En mi parecer, considero nacionalista a todo aquel que defiende que el territorio que siente como propio sea considerado nación. Por esta última comprendemos todo lugar con elementos identitarios comunes: lengua, historia, costumbres, arte, geografía, etc.. Asimismo, todos los nacionalistas priman el interés general de su territorio sobre los de otros (sean españoles o extranjeros, según el caso). Si prestamos atención a nuestra historia reciente, los factores del sentimiento nacionalista obedecen a pulsaciones sentimentales-identitarias o de base económica.

En relación al nacionalismo español moderado de Estado (es de Estado porque España ya es independiente), considero nacionalista a los denominados no nacionalistas, quienes poseen las tres características citadas en el tercer párrafo. Asimismo, también pueden considerarse moderadas las organizaciones que preconizan una mayor centralización del poder (UPyD) o centralistas, pero contrarias a las restricciones de derechos.

El nacionalismo periférico independentista propugna la primacía de intereses para su territorio y, por lo general, la forma de república para este. Consideran que España es un Estado y no una nación. En este grupo se encuentran actualmente ERC, PDeCAT, los integrantes de la coalición EH-Bildu contrarios a ETA (Aralar, EA y Alternatiba) o BNG.

Por su parte, el nacionalismo periférico moderado no independentista (PNV, CC o UDC) defiende el derecho de autodeterminación de su nación y también la primacía de los intereses de esta, pero prefieren optar por mayores cuotas de autogobierno antes que por la independencia de su lugar de referencia. La consideración sociológica y jurídica de España por parte de estos es la misma que la de los independentistas.

A diferencia del nacionalismo, el regionalismo (UPN, FAC, PAR) localismo y federalismo no nacionalista (Compromís, Chunta Aragonesista) se distingue del primero en la defensa de los intereses y particularidades de un territorio, pero sin cuestionar el carácter nacional de España.

Antes explicábamos las distintas tipologías de nacionalismo moderado existentes en la actualidad. En contraposición, se sitúa el nacionalismo fuerte o, en casos extremos, el ultranacionalismo, ya sea estatal (el liberal-conservador Vox y los partidos de corte social-patriota y posfascista) o periférico (Sortu). Se distingue del moderado en el hecho de poseer todos o algunos de los siguientes aspectos: aspira a la centralización jurídica de su territorio, no condena la violencia nacionalista en nombre de la nación defendida, es favorable a la restricción migratoria y de la circulación de personas y es proteccionista en el plano comercial.

En el plano estrictamente jurídico-político, la exigencia por la Constitución de mayoría cualificada, tanto para la reforma ordinaria (en este caso, hacia el federalismo) como para la extraordinaria (dación a las CC.AAs del derecho a decidir) resulta hoy en día inviable, debido al fuerte peso parlamentario que ostenta hoy en día el centro-derecha constitucionalista. Y lo mismo sucede a la inversa: no existe en ninguna de las dos Cámaras ninguna fuerza favorable a una mayor centralización.

Como podemos apreciar, este fenómeno político es controvertido y genera divergencias difícilmente salvables. En la esfera académica, su descripción es a su vez compleja por la heterogeneidad de sus elementos. En todo caso, en este tipo de elaboraciones deben primar los planteamientos objetivistas frente a toda carga ideológica.

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