Los partidos políticos de derechas en España se caracterizaron durante casi todo el siglo XX por un marcado estatalismo (en su versión conservadora, corporativista, fascista o tradicionalista) receloso de una plena democratización social e institucional.

Esta larga fase antiliberal de la pasada centuria contrasta, en el siglo XIX, con el predominio del liberalismo conservador decimonónico (reaccionario en cuanto a derechos civiles y desregulador y proteccionista en lo económico), representado primero en el moderantismo preisabelino (1820-43); luego, tras el comienzo del reinado efectivo de Isabel II (1843), en el moderantismo isabelino y postisabelino (1843-76); y, finalmente, en el Partido Conservador durante su fase ideológica canovista (1876-1907). La influencia de la entonces naciente alta burguesía española, así como del liberalismo anglosajón en lo económico (Adam Smith) y del conservadurismo liberal francés (Constant, Guizot) quedan aquí patentes.

Ya en el siglo XIX -influenciado por la Doctrina Social de la Iglesia, por el tradicionalista Charles Maurras y por el regeneracionista Joaquín Costa- el Partido Conservador de Maura y sus sucesores hasta 1923 se caracterizó por una primera defensa del Estado social y por el nacionalismo económico. Estas ideas conformaron parte de la base institucional de la también derechista dictadura de Primo de Rivera (1923-30).

En los años 30 las fuerzas de derechas presentaron también un claro colectivismo de derechas en lo social y en lo económico (el catolicismo conservador semiautoritario de la CEDA, los corporativistas autoritarios de Renovación Española, los fascistas de Falange Española de las JONS o los reaccionarios de Comunión Tradicionalista). A la influencia del catolicismo y de cierta filosofía política desigualitarista anteriormente mencionada hay que añadir en este contexto las bases teóricas del fascismo italiano y alemán.

La edad de oro antiliberal (en palabras de González Cuevas) tuvo lugar durante el franquismo (1939-75). Sus pilares teóricos lo constituyen las distintas fuentes ideológicas azules que exaltan el Estado desde concepciones antidemocráticas y jerarquizadoras: nacionalismo esencialista, conservadurismo católico, corporativismo, fascismo y tradicionalismo). Quizás el franquismo más puro ha sido el catolicismo conservador. Las bases sociales más importantes de Franco fueron el Ejército, la Iglesia católica y una burguesía defensora de un capitalismo clientelar.

Durante la Transición (1975-79) y durante la primera década del actual régimen de Monarquía Parlamentaria (1979-89) los partidos azules fueron AP (conservador) y UCD (donde convivían socialdemócratas; conservadores; democristianos; y liberales, cuyo peso en esa formación fue poco significativo); es decir, ambos eran claros defensores del Estado social. Por su parte, AP estuvo firmemente en contra de la legislación progresista en materia de derechos civiles (divorcio, aborto).

A lo largo de ochenta y dos años (desde el inicio del gobierno de Maura, en 1907; hasta la conversión de AP en PP, en 1989) hemos visto cómo la derecha española fue una gran defensora del Estado desde una posición recelosa hacia el demoliberalismo y amigable con una visión organicista de la sociedad: jerárquica, desigual pero con armonía y firmemente defensora de su identidad (religión católica, etnia caucásico-mediterránea, unidad de España).

En contraposición, las últimas tres décadas presentan un claro giro liberal en el centroderecha de España. El primer exponente de ello fue Aznar, en cuya presidencia del gobierno (1996-2004) privatizó numerosas empresas estatales, redujo el gasto público, congeló los sueldos de los funcionarios y realizó rebajas fiscales. Y en el plano de la Defensa suprimió en 2001 el Servicio Militar Obligatorio.

En este contexto de auge del liberalismo conservador de los 90 hay que tener en cuenta, en primer lugar, las exigencias de déficit 0 ó reducido por parte de Bruselas para entrar en la Zona Euro. Asimismo, no nos debemos olvidar del desgaste y fin del gobierno socialdemócrata de González, así como la caída del comunismo en el mundo; un sistema, como sabemos, que tiene como epicentro el Estado, y que por entonces se encontraba muy desprestigiado. En aquel momento, muchos ciudadanos asociaban las distintas formas de socialismo con despilfarro, corrupción y atraso. Y en el plano teórico-político, las formulaciones neoconservadoras de Thatcher y Reagan tuvieron un gran eco en las diferentes familias derechistas mundiales.

El marianismo (una versión ideológica dentro del PP próxima a la democracia cristiana) ha sido quizás el último reducto estatista dentro de la derecha española, como así lo rubricó la subida de impuestos de Montoro durante el gobierno de Rajoy (2011-18). No obstante, las presiones de los lobbies empresariales derechistas y del sector liberal-conservador del partido, así como las circunstancias ocasionadas por la Gran Recesión (2008-2017) dieron lugar a los famosos recortes llevados a cabo por el dirigente pontevedrés.

Actualmente, las direcciones nacionales de los tres grandes partidos azules en España (PP genovés de Casado, liberal-conservador; Ciudadanos, liberal-demócrata; y VOX, paleoconservador) han adoptado parcial o mayoritariamente postulados liberales: defensa de la libertad de enseñanza, moderación fiscal, reducción del gasto público, apoyo al mantenimiento (salvo en el caso de VOX) de la legislación progresista de Zapatero a nivel jurídico-civil o -ya en el último año y medio- defensa del relajamiento de las medidas contra la COVID-19 (en el caso de PP genovés y madrileño, así como de VOX)

Esta tendencia hacia un liberalismo heterodoxo por parte de las derechas españolas en estos últimos años se explica en base a los siguientes factores: Socioeconómico (globalización de las relaciones económicas, donde el ganador suele ser el más flexible y capitalista), Ideológicos (influencia del neoconservadurismo -Thatcher, Reagan- y paleoconservadurismo anglosajón -Trump-; y asociación de las medidas socializantes con el fracaso económico), político (peso cada vez creciente en la política estatal del liberal-conservador PP de Madrid), administrativo (asociacionismo cada vez mayor del éxito macroeconómico de la Comunidad Autónoma de Madrid a la implementación de políticas públicas de derecha liberal), estratégicos (adaptación al centroizquierdismo sociológico español en materia de derechos civiles -a excepción, como no, de VOX-; y confrontación, con el fin de sacar rédito político, con el actual Gobierno central cuando este aplica medidas restrictivas) y religioso (secularización de la sociedad: por tanto, estamos ante una derecha cada vez más civil, como hemos podido comprobar con el éxito de Ayuso el 4-M).

Para terminar, querría recalcar que, dada la idiosincrasia sociológica, institucional, económica e histórico-jurídica escasamente liberal en España, no se dan los condicionantes para el florecimiento de un auténtico partido liberal en nuestro país ni para que muchas de las medidas liberalizadoras por parte de los partidos de derechas lo sean en su totalidad.

En todo caso, podemos apreciar cómo los diversos cambios en nuestra estructura social han hecho que la desconfianza hacia el Estado por parte de la derecha política sea cada vez mayor (especialmente, en el plano económico). Esto supone un cambio significativo después de tantas décadas de antiliberalismo.

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