Irene Montero vive su peor momento desde que es miembro del Consejo de Ministros y Ministras de España a causa de la ineficacia de la Ley Orgánica 10/2022, conocida como la Ley del sí es sí. A este problema se le suman numerosas polémicas o decisiones controvertidas que han hecho que ella sea el blanco de las críticas (o incluso del odio) de toda la derecha y de parte de la izquierda, especialmente entre la población masculina.
En este sentido, el CIS realizó una encuesta en julio de 2022 que otorgó un 3,71/10 a la política transfeminista. En mayo de este mismo año, la web Electomanía le había dado un resultado aún peor: 2,3/10.
Los altavoces de la derecha política y mediática han incidido mucho en su escasa experiencia profesional (lógico, al ser una persona joven), que la inhabilita competencialmente para el desempeño del puesto de ministra; así como en la contradicción entre su ideología neocomunista y el supuesto lujo de su archiconocida vivienda; o en el hecho de hacer de su ministerio un instrumento de colocación laboral de las personas afines a ella.
Asimismo, los principales rostros azules de la política española han criticado siempre y ferozmente sus propuestas posmodernas. Para entender lo que es el posmodernismo, podemos definir esta corriente filosófico-política como el conjunto de ideas que buscan en la sociedad un igualitarismo buenista en cuanto a derechos civiles, que va más allá del progresismo actual y que no busca modificar la estructura capitalista. Se centra más en el idealismo axiológico que en la eficiencia de las propuestas. Muchos posmodernos son peyorativamente denominados pijprogres; es decir, personas de clase media o media-alta estudiadas, reformistas del capitalismo, pero no revolucionarios porque viven cómodamente dentro del sistema. Irene Montero es, como he recalcado al principio, la quintaesencia del posmodernismo de izquierdas en nuestro país.
No obstante, la baja valoración de ministros neocomunistas y posmodernos como Montero, Ione Belarra (3,48/10 en el CIS) o Garzón (3,93/10 en el mismo CIS) y el enorme disenso generado por muchas de estas propuestas nos llevan a pensar que por esta vía la izquierda nunca sería la “mayoría social” que tanto predica. Pues en España esta forma de posmodernismo recibe el rechazo del paleoconservadurismo/neoconservadurismo (VOX); del liberalismo conservador (Ciudadanos y PP ayusista/aznarista); del conservadurismo moderado (PP marianista); de la socialdemocracia moderada (felipismo del PSOE, JxC y PNV); del feminismo histórico, de tercera ola, del PSOE (Carmen Calvo, como máximo representante); y también de parte de la vieja izquierda alternativa (el podemita Verstrynge, Illueca, Bernabé, Ana Iris Simón), que plantea una vuelta a focalizar los temas en las viejas demandas socioeconómicas. En este sentido, cabe recordar que la ministra neocomunista cuyas propuestas son más económicas (y, a la vez, más perceptibles) es la más valorada, rozando casi el aprobado (4,9/10 en el CIS de noviembre de 2022). Hablo, evidentemente, de Yolanda Díaz.
¿Y cuáles son, entonces, estos impopulares planteamientos posmodernos rojos?
- Borrador original de la Ley Trans: planteaba la inclusión del género no binario y la plena autodeterminación de género sin autorización médica. Según NC Report, 2/3 de los españoles rechazaban este borrador en julio de 2021.
- La defensa del feminismo de cuarta ola: Esta corriente invisibiliza los problemas de la población masculina, señalando que la mujer es la única que sufre inconvenientes derivados de los conflictos de género. De este modo, muchas de estas organizaciones feministas hacen invisible la violencia vicaria cometida por mujeres, el drama de muchos padres divorciados o el maltrato psicológico por violencia de género sufrido por hombres heterosexuales y homosexuales, así como por mujeres lesbianas.
- La defensa del multiculturalismo, que se traduce en una incomprensible -para muchos- tolerancia hacia el islam (una religión cuyos valores son reaccionarios) o en una mayor liberalización migratoria, así como mantener o aliviar los requisitos para acceder a la nacionalidad española. Recordemos, en este sentido, una encuesta de El País de 2008, justo antes de las elecciones generales de ese año: cuando un 57% de los españoles apoyaron las medidas restrictivas defendidas por Rajoy, quien, no obstante, perdería finalmente esos comicios.
- La anteposición del globalismo al soberanismo, a diferencia del comunismo ortodoxo, el globalismo es visto por muchos profesionales de los sectores primario y secundario -tradicionalmente defendidos por el viejo socialismo- como un perjuicio a sus intereses. En este sentido, los eurocomunistas Anguita e Illueca plantearon en 2018 un nacionalismo económico frente al poder de las oligarquías extranjeras capitalistas.
- El buenismo en materia penal: El 71,3%% de los españoles (GAD3, marzo de 2018) apoyaba la prisión permanente revisable. Este es uno de los motivos por los cuales el Gobierno no ha modificado el Código Penal. Asimismo, el posmodernismo progresista -así como el conjunto de la izquierda más el PP- se muestra contrario a revisar la “blanda” Ley de Responsabilidad Penal del Menor.
- En línea con el párrafo anterior, la no contundencia contra la okupación, que va en perjuicio de la propiedad privada.
Para terminar, el posmodernismo “progre”, bien identificado en la pablista Irene Montero, es una de las consecuencias del posmaterialismo de las sociedades occidentales, así como de la caída del Muro de Berlín y de la crisis de 1973, cuando el “agotado” estatismo de izquierdas (comunismo y socialdemocracia) perdió la batalla ideológica en lo económico frente a la derecha liberal. De esta forma, las identidades ocuparon luego un espacio muy importante dentro de la agenda política. En este sentido, cabe recordar lo que Alfonso Guerra sostuvo de Zapatero la pasada década en una entrevista en Público: los gobiernos del castellano-leonés (2004-11) se centraron más en lo social que en lo económico. No obstante, tampoco sería justo decir que la esencia programática de los partidos socialistas es posmoderna: solamente en el caso de UP, pues el PSOE es progresista, que sería el paso previo al posmodernismo. Además, tampoco hay que olvidar los otros cuatro campos de batalla, no abstractos, del conjunto de la izquierda española actual: la defensa del Estado del Bienestar, la progresividad fiscal, la transición energética más la lucha contra el Cambio Climático.