Existe un amplio consenso en entender que el comportamiento de las personas individualmente consideradas al frente del Gobierno de una nación, administración, empresa o asociación es importante.

Como afirma Blondel (1987), si reducimos la política a su esencia, a lo que es más visible para la mayoría de los ciudadanos, ésta se reduce a los líderes nacionales que quedan en la memoria colectiva cuando todo lo demás ha desaparecido. En este sentido, son el elemento más universal, más reconocido y del que más se habla en la vida política de un país.

El liderazgo es esencialmente un fenómeno del poder, conseguir que otros muchos, una nación, hagan una serie de cosas que, en principio, no harían o que no hubieran hecho por sí mismo. Sin embargo, el poder sobre un conjunto de individuos, por su amplitud, plantea cuestiones sobre sus fuentes de legitimidad, su forma de operar y sus efectos. El tema del liderazgo tiene, por tanto, una conexión directa con la democracia.

La visión y habilidades políticas, la capacidad para la toma de decisiones en situaciones de crisis, el contexto histórico y el legado e influencia sobre los que le sucederán, son algunos de los pilares que se han de tener en cuenta a la hora de identificar un verdadero líder político.

No está en el ánimo del presente artículo, valorar a la persona de Pedro Sánchez o su quehacer como Presidente del Gobierno, ni polemizar sobre su figura, sino más bien encontrar aquellos aspectos que le definen como líder del Partido Socialista (PSOE), habiéndole permitido alcanzar la Secretaría General del partido, la Presidencia del Gobierno y si podrá mantenerla.

Lo primero que hemos de observar es que, según los datos obtenidos en los últimos barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los ciudadanos sitúan mediante una pregunta directa, sin laboratorio, a Pedro Sánchez como el líder mejor valorado de entre los cinco primeros partidos en resultados. En base a éstos, la primera conclusión que podemos extraer es que son los propios votantes los que crean líderes políticos en base a sus percepciones, preferencias, ideologías y afinidades entre otros factores. Así, si bien es cierto que un líder ha de hacerse querer para poder serlo, también es la opinión pública y las masas de ciudadanos quienes crean a los líderes.

Valoración de líderes políticos (Fuente CIS)

Dando una vuelta más de tuerca, un buen líder ha de ejercer su influencia, además de sobre sus seguidores, sobre otros agentes como los medios de comunicación y los electores. Veamos.

Tirando del sentido de oportunidad, Pedro Sánchez empezó a forjar su papel al postularse como Secretario General del Partido Socialista y ganándola frente a nada menos que Rubalcaba, aún sin haber ocupado previamente puesto alguno en la Ejecutiva ni en el Comité Federal del partido. Posteriormente, las luchas internas sufridas en el PSOE a raíz de la abstención del partido para la elección de Rajoy como Presidente del gobierno, enfrentarían a Sánchez al aparato del partido, consiguiendo el apoyo de las bases socialistas frente a gran parte de la élite y líderes históricos. En esta misma contienda, Pedro mantiene un pulso con la opinión pública lo que le genera un rédito indudable. Por un lado, lucha contra los grupos de comunicación, en buen parte partidarios de una victoria de Susana Díaz, y por otro lado muestra una imagen de líder mártir, acosado por todas las bandas y representante del pueblo socialista frente a los elitistas tradicionales del partido. Finalmente, son los propios militantes socialistas quienes proclaman líder del partido a Pedro, alcanzando así la Secretaría General del Partido en un proceso de primarias.

Momentos más tarde, con Pedro como líder del principal partido en la oposición, tendría la oportunidad de dar un nuevo impulso a su figura. En plena refriega del independentismo catalán, tras la proclamación unilateral de independencia, el Gobierno decide aplicar el archiconocido artículo 155 de la Constitución Española, y el sentido de Estado hace propicio que existe una mayoría cualificada de apoyo. Sánchez apoya dicha decisión y se deja ver como un hombre de Estado situando los intereses nacionales por encima de los partidistas. Lo cierto es que esta decisión tiene mucho de acción interesada al situar al líder socialista nuevamente en entre los líderes mejor valorados por la opinión pública especialmente si tenemos en cuenta que la situación con Cataluña está entre las 10 principales preocupaciones de los españoles según el CIS.

El golpe de gracia tiene lugar con la presentación de la moción de censura que haría caer a Mariano Rajoy y le colocaría como Presidente del Gobierno. No hemos de olvidar que estaríamos ante la primera moción de censura que prosperaría en lo que llevamos de democracia. Si bien es cierto que de haber fracasado probablemente estaríamos hablando de una pesada lápida para Sánchez, en esta ocasión el socialista vuelve a sumar un punto que lo sitúa al frente del Gobierno dando al mismo tiempo relevancia internacional a su persona.

Al igual que no hay cara sin cruz, el sanchismo hace frente a no menos numerosas dificultades. Así, hemos de tener en cuenta que factores como la imposibilidad de aprobar los presupuestos en un contexto económico internacional donde vuelven a sonar las alarmar, la falta de apoyos parlamentarios que poco a poco le están avocando a una nueva convocatoria de elecciones, una división en el liderazgo de la izquierda donde Pablo Iglesias y su dialéctica le siguen amenazando, la crisis del Open Arms y la inmigración o el temido Brexit están suponiendo un verdadero desafío a las capacidades del Presidente en funciones para mantener su liderazgo.

Todo líder que se preste ha de tener buena capacidad de generar consensos, circunstancia ante la cual parece que Sánchez  esté  teniendo ciertas dificultades, especialmente para lograr su investidura, pero tampoco podemos descartar  que esto    responda a una estrategia política de mayor alcance (estrategia B: desmarcarse de su identificación con Iglesias, forzar la situación hasta el extremo para que se acepten propuestas antes inadmisibles, repetir elecciones si las encuestas son favorables,  etc.)

A día de hoy, Pedro Sánchez vuelve a lanzar un nuevo órdago a los de Iglesias, con su Programa Común Progresista de 300 medidas con las que pretende lanzar un mensaje a la opinión pública de persona negociadora, de consenso e integradora, pero recordemos que es una apuesta más baja que las anteriores propuestas a Unidas Podemos. ¿Será una apuesta sincera por el acuerdo o parte de esa estrategia B?

Podríamos señalar numerosos factores más que definirían a un buen líder,  pero para evitar extendernos podemos acabar señalando que todo líder debe dejar huella en sus sucesores, una forma de hacer política y  un referente de  consejos al que acudir. Por razones más que evidentes,  esto sólo el tiempo lo dirá.

No es menos cierto que hemos de diferenciar claramente dos conceptos, el de liderazgo y el de gestión, pues los dos no siempre van unidos. Un buen liderazgo no es sinónimo de buena gestión y viceversa. Lo que sí es cierto es que por lo general, existe una regla natural en los estudios de liderazgo, y es que mientras los resultados acompañan a un partido, el ganador no verá cuestionado su liderazgo independientemente de lo bueno o malo que éste sea.

Si bien hemos visto que son muchos los factores que pueden definir a un buen líder, no es menos cierto que tanto el alzamiento como la caída del mismo, están íntimamente ligados a los resultados electorales. Igual que unos buenos números pueden hacer del más tibio líder un carismático dirigente (piensen en los primeros años de José María en la oposición frente al Aznar que aunó a todo el espectro ideológico de la derecha), unos malos resultados pueden hundir al más avezado marinero (rememoremos a Adolfo Suárez y el paso de la UCD a la CDS).

Sea como sea, lo cierto es que los españoles perciben a los políticos y la política como el segundo mayor problema del país según las encuestas, lo que se convierte en todo un reto dignificar la Política y encontrar líderes capaces de plantear respuestas a los desafíos a los que nos enfrentamos.

Llegados a este punto, podemos tener una visión más o menos clara de las cualidades del líder que en mayor o menor medida es Pedro Sánchez.  Su capacidad de resiliencia para sobreponerse a momentos traumáticos en su carrera política; el coraje, valentía y sentido de la oportunidad demostrados a la hora de enfrentarse contra viento y marea a su propio partido, élites y medios de comunicación teniendo (casi) todo en su contra; y, cómo no, el factor suerte, siempre presente en los procesos políticos y sociales. Estas circunstancias y cualidades son las que han llevado a un político  desconocido con una corta pero tortuosa trayectoria pública a la Presidencia del Gobierno.

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