Guillermo Fesser: periodista, creador de Gomaespuma y colaborador de El Intermedio entre otros.
Xose Martínez Contreras: Bienvenido a esta sección reflexiva de Polileaks. ¿Dónde estabas y cuál fue tu impresión cuando empezó la primera ola de la COVID-19?
Guillermo Fesser: Para darnos cuenta de que el ser humano no escarmienta, yo me encontraba en Madrid haciendo una escala para viajar a Italia. El día antes de irme a Florencia, a mí me daba la impresión de que aquello era algo más que una gripe. Florencia estaba cerrada, la gente que me esperaba me recomendó no ir. Así que la semana que iba a pasar en Italia, la pasé en Madrid, y en esos días pillé la COVID-19. Estuve diez días con fiebre en casa. Habilitaron un teléfono de urgencias en España, pero a mí me tardaron dos días en responder, la línea estaba saturada. Gracias a dios no tuve que ir al hospital. Con ibuprofeno y diez días en la cama se me pasó.
Fue un momento muy emocionante en el que se paró el mundo, para bien y para mal. Para mal ya lo sabemos, para bien Madrid dejó de oler a contaminación. Nos dimos cuenta de que otro mundo era posible. Por ejemplo, te solidarizabas con gente que no habías visto nunca que viven en tu propio bloque. Fue una montaña rusa de emociones y lo más importante es que el mundo no volverá a ser como era.
X.M.C. Aún en el caso de que volviéramos a la antigua normalidad, nadie puede “resetear” tu mente. El recuerdo de este año es muy difícil de borrar.
Como residentes españoles en Estados Unidos que somos, me gustaría intercambiar impresiones con respecto a la polarización que la sociedad estadounidense ha sufrido en lo que llevamos de siglo XXI y, especialmente, en las últimas elecciones presidenciales.
G.F. La primera sorpresa de un individuo español que viene a este país es que se le caen los estereotipos. ¿Cómo defines a un estadounidense? Un español que haya nacido en los 60, más o menos va a celebrar las mismas fiestas con las mismas comidas. Es más fácil que haya un estereotipo.
En Estados Unidos, tú no sabes cómo es tu vecino hasta que abres la puerta. Es un mundo de sorpresas. Aquí se tiene la bandera por todas partes, en parte por el patriotismo, pero también, porque sino la tuvieran puesta, sería muy difícil saber en qué país vives.
Dicho esto, las costas y las grandes ciudades han ido variando mucho en los últimos cincuenta años en materia de población. En un lugar como Wyoming, el noventa y pico por ciento de la gente sigue siendo blanca, y luego, hay un EE. UU. donde la diversidad es la mayoría (New York City, Los Ángeles, Chicago, etc.). ¿Qué ocurre? Que el poder de este país sigue en manos de la gente de color blanco y se produce una disparidad muy grande. La actual mayoría se va a convertir en minoría y tienen ansiedad por perder una cuota de ese poder. La gestión de un cambio tan grande es delicada y se puede hacer de una manera positiva, viendo cómo podemos acoplarnos a un nuevo mundo, o de una manera negativa e ir metiendo miedo a la gente.
En los últimos cuatro años, se ha acelerado la parte negativa. Un señor llamado Trump llegó a la presidencia de los EE. UU. porque tuvo la suerte de que el mundo está hecho mierda. Le cogieron a él porque fue el único que se atrevió a prometer cosas imposibles. Canalizó la ansiedad de mucha gente y se aprovechó de ello.
El país se ha polarizado extremadamente entre los que tienen miedo a que las personas de raza blanca dejen de cortar el bacalao. Trump ha infundido miedos como que vienen los mexicanos a quitarles el trabajo. No, vienen a trabajar de lo que los norteamericanos no quieren. En los campos de cultivo de Georgia está sin recogerse la fruta porque ningún estadounidense quiere ganar 20 dólares la hora.
X.M.C. Se está produciendo un choque de conceptos como los de igualdad y equidad. La meritocracia se está poniendo en tela de juicio porque, aunque aparentemente pudiera parecer una filosofía de vida acertada (que en muchos aspectos lo es), también hay que replantearse si todo el mundo comienza desde la misma casilla de salida.
G.F. El capitalismo ha tocado fondo. Se ha demostrado que el sistema en el que todo el mundo tiene las mismas oportunidades es mentira. Aquí hay gente que tiene el razonamiento de: ¡Qué trabajen como yo! ¡Yo me he partido la cabeza! Vale, siéntate un momento y veamos cómo te has partido la cabeza: ¿En qué Estado o ciudad has nacido?, ¿a qué colegio has ido?, ¿quiénes eran tus padres?, ¿cuáles eran tus posibilidades económicas?, ¿de qué raza eres?, ¿cómo conseguiste tu primer trabajo? Ahí empiezas a ver una serie de privilegios que damos por hecho. Estamos en el final de un imperio clarísimamente.
X.M.C. Algo que me produce fascinación es el paso de Trump de ser simplemente un mecenas de los políticos, a ser él mismo el protagonista, cuando lo cómodo hubiera sido seguir estando detrás de la barrera. ¿Qué conclusión sacas de ese salto a la palestra de mecenas a actor político?
G.F. Trump salta a la palestra porque tiene un ego enorme que cuando él ve la posibilidad de ir a la política, lo hace. Si hubiera tenido la oportunidad de ir a la luna, también hubiera ido. La gran pregunta es, ¿por qué el Partido Republicano acepta a Donald Trump?
El Partido Republicano (GOP) de Lincoln era un partido que luchó por unificar el país y, en teoría, dicha unificación significaba eliminar una lacra que era la esclavitud. Realmente la Historia nos dice que no se abolió la esclavitud, sino que les hicieron un ERE a los esclavos. Les quitaron el trabajo, pero no les dejaron oportunidades de prosperar de ninguna otra manera.
En cualquier caso, el GOP de Lincoln que estaba con los derechos sociales, en los 60 del siglo XX, se descuelgan de las políticas de “Civil Rights” de la época del presidente Johnson. En ese momento, el Partido Republicano recoge los principios racistas que quedaban en EE. UU. Esas ideas cada vez se acoplan menos a un país que es más diverso, con un mayor número de colores y religiones.
El GOP estaba en crisis, no conseguían renovar electorado por abajo y ahí aparece Trump. Se empiezan a dar cuenta que es un candidato popular y que las estadísticas de seguidores aumentan. Ahora mismo, tienen a un monstruo que ha sacado más de 73 millones de votos, a pesar de la derrota, y más de 80 millones de seguidores en Twitter. Actualmente, los republicanos no tienen a ningún otro candidato que haga la cuarta parte de esas cifras. Trump ha mantenido al P. Republicano.
X.M.C. Sin embargo, esta decadencia que describes en el GOP, también se ha instalado en el P. Demócrata.
G.F. El P. Republicano se ha convertido en el partido de los millonarios y el P. Demócrata en el de los listos, el de la gente que tiene un alto nivel de educación y miran al resto con desprecio. Ahora mismo hay mucha gente resentida y existen movimientos negativos. Fíjate en el eslogan de los seguidores de Trump: “Four more years of liberal tears”. Es decir, cuatro años más de tener a los liberales llorando. No es un lema para construir.
X.M.C. ¿Crees que Trump se quedará como líder de la oposición?
G.F. La respuesta la tendrá que dar la Justicia porque tiene muchas causas pendientes. Le persiguen el Fiscal General del Estado de Nueva York y el Fiscal del Distrito de Manhattan. Son asuntos serios que podrían inhabilitarle. Yo creo que se marchará, pero será el líder de la oposición oficiosa, que no oficial. Va a ser el punto de referencia por los millones de seguidores que tiene en Twitter.
X.M.C. Más de 73 millones de votos electorales …
G.F. La pirueta argumental es que “He’s not a loser”, porque los perdedores son aquellos que no sacan votos, y Trump ha sacado más que Obama (69,5 millones de votos). Para él, ganar a Obama es lo máximo.
En 2024, si los demócratas se dan cuenta de que Trump no es el problema sino la consecuencia, igual él ya no tendrá sentido como candidato. Ahora bien, si las fisuras sociales se agrandan en estos cuatro años, Trump puede volver perfectamente como hizo Berlusconi en Italia.
X.M.C. Hablando de fisuras, las grietas dentro del P. Demócrata son más visibles entre liberales y miembros del ala izquierdista del Green New Deal. El gobierno entrante estará bajo el foco más que nunca. ¿Crees que, a largo plazo, el P. Demócrata ocupará el espacio electoral republicano y haya una escisión dando lugar a un partido directamente socialista?
G.F. Había dos candidatos a estas elecciones. Uno que despertaba grandes pasiones, negativas, pero pasiones, al fin y al cabo; y otro que representaba a una parte muy importante de este país que ha optado por la democracia, pero sin ilusionar. Lo que Biden ha entendido es que hay problemas estructurales que él nunca se había planteado. Su historia es adoptar políticas y resoluciones de esa nueva fuerza que tienen las juventudes del P. Demócrata.
Sin embargo, aquí no hay mucho socialismo que rascar. Por ejemplo, la política de Kamala Harris como Fiscal General de California, es una política de policía dura. No obstante, por primera vez, la palabra “socialismo” no asusta a la gente que tiene menos de cuarenta años. Les asusta muchísimo a las personas que tienen más edad porque creen que el socialismo es vivir en un “gulag”, que vengan unos bolcheviques y te quiten las propiedades, etc. No se dan cuenta de que socialismo es Suecia, Noruega o Finlandia.
Por otro lado, la gente joven estadounidense piensa que el socialismo es que me quito el agobio de tener que pagar un seguro médico, que me quito el tener que pagar una millonada por la universidad, etc. Ése es el socialismo que se ha incorporado ahora. No es el socialismo del compañero del metal, ni de cantar la Internacional. Es el socialismo de servicios sociales para la población. Eso es lo que tiene ahora el P. Demócrata. ¿Una escisión? No lo creo porque el sistema electoral no lo permite.
El problema de los demócratas es que pueden ser muy arrogantes y eso es igualmente insoportable. La pandemia ha ayudado a ver más claramente los problemas de este país. Hay un distanciamiento cada vez más grande del factor humano. Estamos impresionados por la tecnología, pero muy alejados humanamente. El virus lo que ha hecho es, si bien no el acercamiento, que añoremos el acercamiento. Por eso el mundo ha cambiado.
X.M.C. Vuelta a los orígenes, regresemos a nuestro país: España. Tenemos muchos desafíos, pero realmente me preocupa (y me afecta directamente) la fuga de cerebros que se lleva produciendo desde la crisis financiera del 2008.
G.F. Desde EE. UU., España es un país muy pequeñito. Nos vendieron que la Transición fue la panacea y que todos se pusieron de acuerdo por el bien común. Al final resulta que es un país donde quince o veinte familias dominan todo. Ha habido una contradicción entre lo que te dicen que es tu país, y lo que realmente es, y eso es una gran frustración.
Esta reflexión la puedes usar como una oportunidad para afrontar la situación. Por ejemplo, España fue un imperio porque invirtió en ciencia y tecnología, y consiguió tener las naves espaciales de la época (los navíos más avanzados y mejorar el transporte). También porque se apostaba por diversidad, reflejada en la literatura del Siglo de Oro. España abrazaba la diversidad y la ciencia, pero luego fuimos idiotas y no quisimos industria. Había una capacidad de previsión.
Ahora mismo, España es un país que va renqueando. Todavía estamos perdiendo el tiempo en el debate político polarizado que no vale para nada, en vez de invertir el tiempo en que la gente mejore su vida y que los científicos no se marchen. Hemos hecho una inversión en educación para la generación mejor preparada, para que luego, se aprovechen otros. Ojalá esa gente vuelva con otra mentalidad. España necesita un cambio de mentalidad, pero esta generación no ha tenido acceso al poder.
X.M.C. Muchas de las cuestiones que planteas, actualmente requerirían una mayor complejidad debido al contrapeso entre las distintas administraciones (autonómica, estatal, europea). En España, se da la paradoja de que, mientras el mundo está cada vez más globalizado (no sólo en el aspecto económico), nuestro país está más ensimismado en sus propios problemas regionales. A partir de ahí, empieza a trasladarse el foco de la atención que debería recoger la ciencia, a otros ámbitos como el debate polarizado.
G.F. No se puede hacer una Europa en la cual sólo consiste en que tengamos la misma moneda y podamos viajar sin que nos pidan el pasaporte. Debería de haber un paso valiente que tenga un sistema judicial europeo, y un gobierno comunitario de verdad, por ejemplo. En el mundo en el que estamos, ser pequeñito no tiene sentido.
X.M.C. Muchas gracias por compartir este tiempo con nosotros. Ha sido un placer compartir impresiones de dos españoles viviendo en un país tan vibrante como es Estados Unidos.
G.F. Gracias por tu invitación. Cuídate y mucha suerte.