Pablo Iglesias ha visto refrendado con una mayoría aplastante, su modelo conservador de partido basando en continuar en un sector limitado de la izquierda española.

Y los inscritos decidieron y el debate terminó. Por fin. Tras varias semanas de indirectas por las redes sociales, declaraciones malsonantes en medios de comunicación y discusiones en el escaño, Podemos ha  decidido de forma democrática su nueva dirección y por ende, el nuevo rumbo que el partido del 15M tiene que seguir tras dos años de frenética actividad electoral.

Un 64% (realmente es un porcentaje mayor debido al sistema de elección, basado en las listas abiertas) de las bases moradas han refrendado el discurso y estrategia de Pablo Iglesias. Una continuación de su giro dogmático, que comenzó con la conformación de las listas electorales para las últimas elecciones generales. Unas listas que unían dos proyectos políticos, Izquierda Unida y Podemos y que rompía por completo la estrategia inicial del partido, basado en un partido nuevo, sin un espacio ideológico concreto. Esta decisión no contó con el visto bueno de Errejón. Ahí comenzó un desencuentro que este fin de semana se ha resuelto de la mejor forma posible, votando.

Iñigo defendía un proyecto autónomo de IU, centrado en el espectro ideológico con el que comulgan la mayor parte de españoles y que según él, en estos momentos se encuentra vacío políticamente por el apoyo indirecto del PSOE al PP. Acercarse al centro izquierda (sin tocarlo), con el fin de crear un partido que pueda a corto plazo, gobernar España. Un modelo que si se hace bien, garantiza el éxito electoral a corto plazo.

El primer golpe en la mesa lo dio Errejón en diciembre, con su derrota por la mínima en la votación de las reglas de Vistalegre II. Se escenificó que no toda la militancia estaba con Iglesias. Errejón, aupado por ello, se creyó capaz de arrebatar el liderazgo del partido a su amigo de la facultad. Una amigo, que se replanteó su futuro en la organización, avisando que su escaño y liderazgo estaría en el alambre si no resultara vencedor de la asamblea. Una advertencia, que resultó clave en el resultado final. Fue el golpe de timón del veterano, del líder. Sus bases apostaron por no remover más las aguas y al grito de «unidad, unidad» votaron por no desangrarse, por no dividirse más. Iglesias les daba seguridad, pocas cosas iban a cambiar si él continuara como Secretario General. Quizás fue el fallo de Errejón. Apostar por el cambio rotundo (aunque lo intentara disfrazar), en uno de los momentos políticos más importantes para la organización.

Ganó Iglesias, venció la opción más opuesta al cambio. Podemos ha decidido no arriesgar su futuro y seguir comiéndose a IU para instalarse a la izquierda del PSOE. Una estrategia, que tras muchos comicios electorales, se denota que no es la acertada si tu único objetivo es asaltar los cielos y gobernar España. En cualquier caso, Podemos ha dado una lección de democracia en su Congreso. Ejemplo que algunos puede tomar nota, tras ver como muchas agrupaciones permanecen cerradas. Pero eso es otro cantar.

 

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